Ernestina Moreno

Ernestina dice que es chocoana, aunque en su cédula se lee que nació en Medellín. En el año 2000 se vino a Bogotá y aunque cada 15 días quería regresar, se quedó para mantener a sus hijos lejos del conflicto. Ahora sueña con vivir una vejez tranquila en Apartadó, de donde una vez tuvo que desplazarse por la violencia, y tener allá un negocio propio, una tienda, una miscelánea o hasta un supermercado.

De su familia hacen parte sus tres hijos, tres amados nietos – María Paula, Santiago y Jeremy – y las compañeras de Mujeres Libres. Además tiene buenas amigas, porque en cada lugar que visita cultiva cariño y amistad.

Las integrantes de la Corporación la buscaron durante la pandemia a través de la red de afectos que existe entre quienes han salido y quienes están todavía adentro de la cárcel. En el 2022 ella se unió oficialmente al grupo y lo explica así: yo me he equivocado, pero me encanta ayudar a los demás.

Todavía recuerda el tema de la primera reunión en la que participó: la dificultad que experimentan las personas que han salido de la cárcel para abrir una cuenta bancaria o acceder a créditos. No es coincidencia que ahora ella este pagando el préstamo de la que será su casa, en un proyecto de vivienda al que logró acceder y que la enorgullece.

En mi desierto – el periodo en prisión – Dios me permitió buscarlo, afirma. Y en la iglesia, junto con las enseñanzas de la Biblia, Ernestina encontró un inmenso amor.

Ahora organiza su tiempo para participar de las actividades cristianas, trabajar en varias casas y ser una Mujer Libre. Aunque se cansa, lo hace con gusto, porque todas son partes importantes de la bella vida que ha construido para ella.

En mi desierto Dios me permitió buscarlo.

Relato creado por Ana María Cerón Cáceres