Marisol Pereira
Marisol abraza a su nieta, todavía pequeña, que revolotea a su lado.
Es una mujer fuerte y así la describen sus compañeras, quienes la han visto adaptarse a las situaciones más diversas y sobrevivirlas.
Ve a alguna llorando y pregunta: ¿usted llora por esa pendejada? Luego recuerda que le han explicado que sus palabras pueden herir, rebobina e intenta un consuelo, que brota de su ser con la misma sinceridad: hay días de tristeza, pero también hay días de alegría.
La niña tropieza, entonces la joven abuela le ayuda a levantarse, le endereza la ropa y le indica tener cuidado.
Marisol desde pequeña dice era un poco loca; y siendo niña se hizo madre. Quizá más que de locura, se trataba de libertad. Y como denotan las anécdotas de quienes la conocieron en prisión, a pesar de los larguísimos años de condena a los que fue sometida, tras las rejas siguió siendo loca y libre. ¡Para fortuna de todas! Porque las propias custodias enviaban a las recién llegadas a hablar con ella, como un ejemplo de alguien que, a pesar de todo, no se había muerto.
Para Marisol Mujeres Libres representa muchas cosas, incluyendo una lucha contra sus propias heridas y la decisión reiterada de sanar y acompañar a otras a hacerlo. También es el espacio desde el cual denunciar al Estado, por lo que hace con la vida de quienes están detenidas.
Ella cose muy bien, le viene de familia. Ahora trabaja haciendo ropa para un madrugón y sueña con que un día la Corporación tenga un taller de costura, donde todas puedan trabajar recibiendo un sueldo digno. También una sede, a la que quienes salen de la prisión puedan acudir cuando necesiten ayuda.
Atrapa a la niña que corre y la rodea con sus brazos mientras le dice algo al oído. La pequeña ríe.
Para sus compañeras, Marisol es una berraquita. Un fénix que, no sólo renace de las cenizas, sino que acerca al fuego a las que caen, para que reaccionen y sigan adelante. Ella sabe volar con las alas quemadas y cuando las demás la ven, muerta de risa y diciendo barbaridades, saben que también podrán hacerlo.
Hay días de tristeza, pero también hay días de alegría.
Relato creado por Ana María Cerón Cáceres